viernes, 1 de febrero de 2013

La evolución de unos peces para trepar con la boca

Según un nuevo estudio, un pez hawaiano utiliza el mismo mecanismo para trepar y comer.


Cuando tiene que trepar por cascadas, el Sicyopterus stimpsoni, también llamado gobio Nopili, se deja realmente los dientes.

Este pez, de 2,5 centímetros de largo, utiliza las ventosas de su boca y el estómago para trepar por acantilados de Hawái.

Debido a que su hábitat puede verse perturbado con facilidad, por una gran tormenta, por ejemplo, suele trepar por cascadas para volver corriente arriba.

Sin embargo, según Richard Blob, biólogo de la Clemson University, no se sabe cómo evolucionó esta extraña criatura para recorrer distancias verticales de hasta 30 metros (el equivalente energético de una persona corriendo un maratón).

Ahora, un estudio de Blob y su equipo publicado en la revista PLOS ONEmuestra que utiliza los mismos movimientos para trepara que para comer algas.

Sin embargo, antes de poder estudiar el pez, el equipo tenía que atrapar uno, algo que resultó ser muy difícil, pues son peces muy rápidos y escurridizos.

Cuando consiguieron ejemplares suficientes, los llevaron a un laboratorio de Hawái y los grabaron alimentándose de algas y trepando estimulados por agua. «Habrían trepado por una manguera si se la hubiéramos puesto», bromea Blog.

Al observar después los vídeos, el equipo descubrió que los peces utilizan los mismos movimientos en los dos casos. Por ejemplo, el ángulo y la distancia a la que sobresale la mandíbula superior son casi idénticos en ambos comportamientos.

Esto sugiere que, en algún momento de su evolución, el gobio adoptó un comportamiento para una nueva finalidad, fenómeno conocido como exaptación, por el que las especies «reutilizan un comportamiento y lo perfeccionan para hacer algo completamente diferente».

El clásico ejemplo de exaptación es el de las plumas de las aves, comenta Blob, «que es posible que evolucionaran desde una finalidad de aislamiento para ser utilizadas para volar».

Aunque se desconoce qué comportamiento tuvo lugar primero, el resultado es un pez perfectamente adaptado.

«Es increíble lo bien que encaja en su hábitat», concluye Blob.

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