sábado, 29 de diciembre de 2012

¿El ejercicio nos hizo tan cerebrales?

El tamaño del cerebro humano siempre intrigó a los biólogos, ya que es el más grande de la naturaleza, cuando lo relacionamos con el tamaño del cuerpo. Sin contar con que tiene una corteza cerebral y unos lóbulos frontales muy desarrollados. Muchas hipótesis han intentado explicar por qué y cómo evolucionó semejante cerebro, una de la más aceptadas hoy en día son que es una adaptación para lidiar con la intrincada y complicada vida social de los primates, que se habría complejizado mucho más entre nuestros antepasados homínidos que comenzaron a caminar en dos patas. Otra indica que esto fue un subproducto, y que el tamaño fue aumentando como una forma de evitar el sobrecalentamiento del cerebro en una criatura acostumbrada a correr y correr como eran nuestros antepasados más cerebrales, los Homo erectus. Ahora una nueva hipótesis vincula el ejercicio y la actividad con la inteligencia y el tamaño del cerebro.


Un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B dice que entre los mamíferos se puede ver una relación entre el ejercicio y la actividad cerebral. Ya se había descubierto evidencia en ratones y ratas, que sugerían que criar las más atléticas, podía crear crías más inteligentes.

El antropólogo David Raichlen, de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, y colegas, opinan que tal vez el cerebro no haya crecido sólo porque nuestra especie enfrentaba más desafíos mentales, sino que el cambio hacia una vida más aeróbica de cazadores recolectores hace 1,8 millones de años potenció nuestra potencia atlética. Esta tendencia ya observada y bien documentada de cómo los Homo erectus, y luego nuestra especie Homo sapiens evolucionaron para ser los perfectos maratonistas, habría resultado también en un cerebro mayor y más inteligente. La capacidad cognitiva humana podría ser simplemente un efecto colateral de esta capacidad aeróbica.

El estudio por ahora se ha realizado sólo en ratas, pero indica que esta última suposición podría ser una tendencia general en todos los mamíferos, y si nuestra especie se volvió un super corredor de fondo (no veloz como el cheeta), entonces también se habría potenciado nuestra capacidad cognitiva, y nos habríamos vuelto más inteligentes, lo que a su vez habría potenciado nuestra capacidad social y de organizarnos para conseguir alimentos.

Existen diversos estudios que vinculan el ejercicio con un aumento en el volumen cerebral, y en la rapidez mental, principalmente en ancianos, que con caminatas enérgicas se mantienen mejor mentalmente, que realizando ejercicios mentales. El ejercicio potencia la producción de neurotrofinas, unas proteínas que favorecen el buen mantenimiento de las neuronas.

Siempre estuvo la duda de cómo la selección natural habría actuado sobre la mejora en la cognición humana, es decir en hacernos más inteligentes, pero tal vez no lo haya hecho, sino que favoreció una adaptación a un estilo de vida muy activo y con mucho ejercicio, lo que potenció el crecimiento del cerebro, y como subproducto tuvimos más neuronas, que nos volvieron más inteligentes. Una serie de adaptaciones que se potenciaron entre sí.

“La evolución del cerebro humano”, dijo Raichlen, al autor principal del estudio, “probablemente es el resultado de una gran cantidad de complejas presiones de selección interactuando entre sí. No creo que vayamos a descubrir tan sólo una presión que haya llevado a la evolución del cerebro humano”.

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