domingo, 13 de enero de 2013

La ciudad más antigua del mundo

La ciudad sobre la que vamos a hablar aquí no se puede buscar en los mapas porque nadie conoce su nombre. Junto a Jericó, es la ciudad más antigua del mundo, y se encuentra situada a unos 1.000 metros de altura, sobre una colina doble de la altiplanicie de Anatolia, en el sur de Turquía. Las primeras casas fueron construidas hace aproximadamente 9.000 años. En la actualidad, sus restos son un testigo de una cultura agraria, altamente desarrollada, de la Edad de Piedra. Los arqueólogos la llaman por el nombre turco del lugar: Çatal Hüyük. Para nosotros es una ciudad muy importante ya que de aquí partió el impulso para la extensión de la agricultura por Europa.

La colina oriental de Çatal Hüyük, cuya superficie ha sido descubierta en parte por el continuo viento del sudoeste, permitía reconocer antes de que James Mellaart comenzara la excavación de la ciudad en 1961 los restos de un muro de adobe rojo cocido, así como huesos, cerámicas rotas, instrumentos y armas de obsidiana, un cristal volcánico muy duro y quebradizo. La colina tiene forma ovalada y ocupa una superficie de unas 13 ha. siendo por lo tanto el mayor yacimiento arqueológico del Cercano Oriente. Hasta ahora se han investigado 15 de los 19 metros de sedimentaciones neolíticas. De este modo, han aparecido a la luz del día los restos de 12 diferentes niveles superpuestos de la ciudad.

En algunas capas se han conservado las paredes de las casas hasta una altura de 2 m. Tanto los suelos como los techos y paredes se revocaban con una fina arcilla blanca, un procedimiento que todavía se usa actualmente en Anatolia. Como quiera que se pueden contar las capas del revoque, se puede leer en ellas la edad por cada nueva capa anual, y se sabe que ninguna casa fue habitada más de l00 a 120 años. La determinación del tiempo de la ciudad de la Edad de Piedra de Anatolia, que ha sido efectuada con ayuda del método del radiocarbono y utilizando madera carbonizada o ceniza de los fogones, indica que la capa más baja descubierta hasta ahora fue construida en el VII milenio a, de C.

Todas las casas de la ciudad estaban construidas con ladrillos de barro, secados al sol, rectangulares, de colores verdosos o marrón-amarillentos, así como con cañas y revoco. El mortero negro era aplicado con ceniza y restos de huesos.

Los techos planos estaban compuestos de haces de cañas cubiertos por una gruesa capa de barro. A las casas y santuarios sólo se podía entrar por el techo -la escalera, hecha mediante un tronco de árbol adecuadamente cortado, se apoyaba sobre la pared sur-, y, por lo tanto eran fáciles de defender. La ciudad estaba compuesta de complejos de edilicios, grandes y situados unos junto los otros, sin ninguna separación a base de calles; se podía diferenciar el barrio sacerdotal y el artesano. Cada casa poseía una habitación propia de culto, adornada con ricas pinturas murales, relieves en escayola y esculturas.

Unas plataformas situadas a lo largo de las paredes y cuidadosamente encaladas, servían para trabajar, sentarse y dormir. Bajo ellas se enterraban incluso a los muertos. Esta costumbre también se utilizaba en los santuarios, aunque éstos estaban reservados a la clase sacerdotal y sus familiares.

La luz no solamente se conseguía mediante lámparas de piedra colocadas en los nichos de los muros, sino que entraba también por pequeñas ventanas situadas bajo los cantos del tejado. Los patios o los edificios derruidos servían como instalaciones sanitarias y basureros; la basura era cubierta inmediatamente con ceniza, de igual manera que tanto las casas como los santuarios se caracterizaban por una extraordinaria limpieza. La mayor parte de las habitaciones poseían una despensa con provisiones de grano conservadas en recipientes de arcilla seca. Cada familia cocía el pan en su propio horno, y algunas disponían incluso de hornos apropiados para la fabricación de cacharros de alfarería.

En Çatal Hüyük debió de predominar un estilo de vida multiforme y agitado. Una gran aplicación en el trabajo, así como un alto grado de desarrollo de la artesanía y unas profundas concepciones religiosas pueden haber contribuido a formar esta imagen. Las excavaciones han proporcionado uno de los testimonios más antiguos del paso de la forma de vida rural a la urbana, una transformación que se realizó con increíble rapidez y que se condensó en una mezcla de agricultura y lujo, de bien fundados conocimientos sobre la ganadería y la agricultura, y de un bienestar ciudadano.

Mellaart considera que uno de los fundamentos del espectacular desarrollo del neolítico de Çatal Hüyük fue la obtención y conservación de los alimentos, tan prácticamente organizada. La población de esta ciudad consiguió asegurar así los frutos de su «revolución neolítica», lo que significaba liberarse del hambre. Hacia el año 6000 a. de C. se cultivaban no menos de 14 plantas distintas, entre otras la escanda, la escaña menor, la cebada de seis carreras, los guisantes, las habas, las lentejas y varias plantas oleaginosas. Se importaban almendras, bellotas, terebintos, manzanas y almecinas, el fruto del almez. La vid y el olivo parecen haber sido cultivados por primera vez en los milenios IV o III a, de C. Se conocía la miel, así como una sustancia dulce de la corteza de los árboles.

Junto a este brillante muestrario del genio neolítico, la ciudad posee una singular cantidad de santuarios y lugares de culto, que nos permiten formarnos una idea de su mundo religioso. Se adoraba a una diosa como divinidad principal.

No sólo parecen haber existido sacerdotes, sino también sacerdotisas. Los innumerables santuarios estuvieron al servicio de un culto a la fertilidad. Las costumbres funerarias también debieron ser de naturaleza religiosa. En cientos de tumbas se encontraban esqueletos que, al parecer, ya fueron enterrados de esta forma, o sea tras la supresión de todas las partes blandas del cuerpo. La duración máxima de la vida humana era de unos 40 años.

Mellaart dijo que la cultura de Çatal Hüyük es un «fenómeno único» en la historia del afán humano: «Es el miembro de unión entre el ya olvidado cazador del Paleolítico superior y una nueva sociedad, productora de alimentos, que creó la base de nuestra civilización.»

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